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lgunas aventuras comienzan con un vuelo, otras comienzan saliendo por la puerta de tu casa. Cuando Marc Guillem Llinàs Siquier, de 26 años y nacido en Mallorca, se propuso recorrer solo toda la circunferencia de su querida isla, no se trataba de batir un récord ni de conseguir «me gusta» en las redes sociales. Se embarcó en un viaje profundamente personal para conectarse con la naturaleza, su hogar y, en última instancia, su propio sentido de identidad. «En primer lugar, era un profundo anhelo de conocer mi isla más íntimamente. Sus rincones, sus paisajes, su gente, incluso su desarrollo, los contrastes», dice Marc cuando se le pregunta sobre su decisión de recorrer la isla a pie. Nacido y criado en Mallorca, cada vez era más consciente de que, a pesar de ser mallorquín, todavía había muchos lugares que no había visto. «Es una isla pequeña, pero tiene muchos lugares escondidos. Aún me queda mucho por explorar».
Tras meses de viajar por Perú y Brasil, Marc deseaba volver a Mallorca, no solo a su casa, sino a sus raíces y a sí mismo. A pesar de disfrutar de la belleza de Sudamérica, sentía que «tenía un sentido constante de responsabilidad, especialmente al viajar con mi pareja», al reflexionar sobre sus viajes. Al regresar a su isla, sintió un coraje y una calma más profundos para explorar. Lo que realmente deseaba era «la soledad, la conexión con mi voz interior, momentos libres de exigencias externas, en los que pudiera simplemente escuchar a mi cuerpo y sus necesidades».
En marzo de 2024, Siquier partió de su casa en Alcúdia con solo el equipo básico, que incluía una tienda de campaña, un saco de dormir y un faro. Sin embargo, el equipo más importante era, en opinión de Marc, su gorro impermeable que lo mantenía seco y lo protegía del sol. «Fue un buen amigo en el camino», dice con una cálida sonrisa. A pesar de las exigencias físicas de su viaje, Marc mantuvo sus suministros de comida y agua al mínimo. Llevaba solo 0,75 litros de agua cada vez, con la confianza de que encontraría lugares donde repostar, una estrategia que más tarde admitió que era arriesgada: «Es un tipo de confianza que no está bien, porque es agua. Es combustible». En áreas montañosas o protegidas, de vez en cuando se quedaba seco y tenía que pedir ayuda a desconocidos o caminar varios kilómetros para desviarse de la ruta para encontrar una tienda. Para comer, lo hacía de forma ligera y sencilla, empacaba barritas energéticas, galletas y embutidos, y de vez en cuando hacía paradas en cafeterías locales para comer algo más abundante.
El viaje de Marc por Mallorca nunca tuvo que ver con la actuación, sino con la presencia. Lo que no quería era sentirse como si estuviera haciendo una excursión con puestos de control. En vez de eso, se dejó guiar por la intuición y el paisaje. «Honestamente, debería haberme preparado más. Suelo tener estas ideas y simplemente las acepto», admite entre risas. Con experiencia previa recorriendo el Camino de Santiago, tenía una idea básica de qué empacar, pero no se entrenó rigurosamente ni hizo planes detallados. Marc se propuso adaptarse al ritmo natural de su cuerpo y dejar que este le guiara a la hora de descansar, comer o caminar. Sin las comodidades de la vida moderna y sin la estructura de las rutinas diarias, descubrió tanto la libertad como la dificultad para entregarse a un ritmo más natural. «La mente todavía quiere lo que está acostumbrada a ciertas horas», dice, pero a lo largo de su viaje, aprendió a escuchar interiormente.