Román Fabré. WAKE-UP SLAP. 2022
Justo al entrar en esta exposición, lo primero que llamaba la atención era el silencio. No acostumbra a estar muy presente en las inauguraciones… tampoco una cama en el medio de la sala con una pareja durmiendo en ella. Los cuadros que rodeaban la cama constriñen el espacio y obligaban a acercarse, con la constante sensación de invadir un momento de intimidad.
Es cierto que una escena así normalmente tendría lugar en un espacio privado, y no a la vista del público; pero en el estudio del artista todas las actividades se mezclan: pintar, comer, dormir, leer… ¿Acaso no serían los cuadros los que están fuera de su entorno natural? En cada nueva visita al estudio una se acostumbra a ver un cuadro como un habitante más del espacio. Una exposición, al fin y al cabo, es como una pequeña mudanza temporal. Tal vez no sea tan descabellado que la cama los acompañe.
La práctica pictórica de Román Fabré se basa en una investigación cotidiana que aborda problemas de escala, color, forma, repetición y acumulación. Exploraciones que habitan el espacio entre la figuración y la abstracción, materializándose de distintas maneras: desde los campos de color hasta la geometría de gran formato. A pesar de estar ocupada, la cama actuaba como monocromo en este contexto. Al salir de la exposición, una se topaba con el bullicio y las conversaciones que normalmente tendrían lugar dentro de la sala. Al poco tiempo, los dos performers despertaban del sueño autoinducido y se unían a esas conversaciones. Quizá la performance terminaba justo donde empezaba la necesidad de encontrarse con los demás.
Ignacio Bosch. PLEASE CALL ME. 2023
En la Nit de l’Art de 2023 se inauguró la exposición “PLEASE, CALL ME!” de Ignacio Bosch. Sus instalaciones site-specific se nutren de lo contextual para hablar con ironía de su entorno, adoptando formas muy diversas. En este caso, la intervención arquitectónica se desbordaba de la sala de exposiciones para ocupar también la terraza.
Uno de los gestos más radicales de esta exposición fue la construcción de una pared de pladur que atravesaba la sala en diagonal, transformando completamente el espacio. A pesar de su rotundidad, esta pared no se convertía en una frontera infranqueable. Podía cruzarse a través de un pequeño hueco para leer, del otro lado, el título de la exposición.
Aquí, Bosch creó un espacio sutil, con ligeras intervenciones que introducían un componente narrativo y reflexionaban sobre los mecanismos de inclusión y exclusión en el mundo del arte. ¿Cómo se configuran colectivamente esos regímenes de visibilidad y discurso? Una planta de cartón, ubicada justo en el límite entre los dos espacios, tenía sus bordes recortados en el pladur, permitiendo un crecimiento calculado. ¿Podría ser esto una metáfora del crecimiento de los artistas?
Las siluetas de muchas manos señalaban decididamente un punto rojo, recordando aquellos visibles en algunas ferias junto a las obras vendidas, mientras que un texto en una esquina lanzaba la pregunta sobre el valor del arte: “¿Cómo sabes que esta obra vale millones?” Más que plantear preguntas que buscan respuestas cerradas, la instalación desataba aquí y allá nuevos interrogantes. La intervención arquitectónica transforma la sala por completo, compartimentando el espacio y ofreciendo una reflexión sobre el lenguaje y los códigos del mundo del arte contemporáneo.
Lucia Gorostegui. TODO ES VERDAD. 2024
Lucía Gorostegui transformó el espacio una vez más en la muestra “Todo es verdad” que se inauguró el año pasado. En el esfuerzo de los cartógrafos por representar la realidad a través de mapas confluyen ciertas dosis de creatividad con una voluntad de precisión y de totalidad. Lo mismo ocurre con las intervenciones a la vez fotográficas y arquitectónicas de Gorostegui. Desde el plano literario, Jorge Luis Borges reflexionó sobre las paradojas entre la representación de lo real y la realidad misma. Fantaseó con la idea de un mapa total y, por ello mismo, inútil o imposible de desplegar. En su relato, “Del rigor en la ciencia” se puede leer:
“Menos adictas al estudio de la cartografía, las generaciones siguientes entendieron que ese dilatado mapa era inútil y no sin impiedad lo entregaron a las inclemencias del sol y de los inviernos. En los desiertos del Oeste perduran despedazadas ruinas del Mapa, habitadas por animales y por mendigos.”
Este mapa a escala 1:1 tiene mucho en común con la fotografía de la artista, que cubría por completo una pared de la sala. Tan atractiva como la intervención eran las fotografías del desmontaje, en el que se rompía la ilusión óptica a medida que el papel se rasgaba. “Todo es verdad” mostraba cómo un décalage visual puede transformar completamente la percepción del espacio mediante un gesto mínimo. Al mirar con atención, la diagonal de la esquina cambiaba ligeramente su punto de fuga y delataba aquella ilusión cartográfica de la que hablaba Borges. La sala quedaba libre para caminar, y al aproximarse a la pared del fondo era inevitable sentir un pequeño vértigo… Así, la exposición se articulaba con muy pocos elementos: la presencia del cuerpo en el espacio y una intervención que no pretendía guiar el recorrido, sino jugar momentáneamente con la percepción.
Estas exposiciones son solo una muestra de lo que TACA ha sido y puede seguir siendo. Con suerte, además de haber ofrecido generosamente un espacio a tantos artistas en la isla, inspire también a una nueva generación que hoy se topa con la falta de contexto de base. Y mientras esa realidad germina, que el proyecto cumpla muchos años más.