
«H
ola Hélène, nos vemos el viernes a las 11:30 a.m. Vamos a subir a un barco de prensa. Llévate una chaqueta impermeable, ¡podría mojarse!» El mensaje es directo, casi una advertencia. El viernes por la mañana entré por primera vez en los terrenos del Real Club Náutico de Palma. Fundado hace setenta y ocho años, el club es la meca de la navegación por el Mediterráneo. Organiza varias regatas importantes cada año, incluida la famosa Copa del Rey, un evento de alto nivel caracterizado por la presencia regular de la familia real, y Palma Vela. «Palma Vela es una regata muy popular porque es fácil, fluida y genial», explica Viviane Mainemare, coordinadora deportiva del RCNP. «Para nosotros, es todo un desafío: todos los barcos que participan en la regata están amarrados en el club, ¡y hay setenta personas involucradas en la organización!»
Durante cuatro días, Palma Vela reúne 110 yates de 19 países. Compiten once clases, desde pequeños yates de 6 metros hasta majestuosos maxi yates de 30 metros. El ambiente es concentrado pero relajado, con tripulaciones que mezclan profesionales experimentados y aficionados apasionados. Se han definido tres zonas de regata: dos recorridos «a barlovento y sotavento» (balovento y sotavento, como se dice aquí) y un recorrido costero cuyo itinerario, mantenido en secreto hasta la última media hora, depende de los caprichos del viento.
En la oficina de prensa, la emoción es palpable. Una mesa grande está repleta de ordenadores, teléfonos, teleobjetivos y bolsas impermeables. Media docena de fotógrafos especializados en regatas marinas están finalizando sus equipos. El programa del día está publicado en una pizarra. Los dos oficiales de prensa dividen a los reporteros en costillas y distribuyen cestas de picnic. «Comemos en el barco», explica Franco, un fotógrafo italiano que lleva veinte años especializándose en fotografiar a Maxis, la Fórmula 1 de los mares. «Tienes que tener algo en el estómago si no quieres marearte».