¡C
onsidera que nuestra casa y su gran jardín son un regalo de la Madre Tierra! Cuando lo vi por primera vez, tuve la sensación de que había llegado. Me sentía muy fuerte en todas partes. Venía a Mallorca desde 1976 para visitar a mi hermana en Deià, que veía como un lugar donde la gente podía vivir feliz para siempre.
La propiedad tenía 5 ovejas y no crecía ni una brizna de hierba en ella. Cuando se llevaron las ovejas, solo crecían hermosos cardos puntiagudos entre los olivos, pero cavé y trepé por todas partes para cortarlos y recogerlos y quemé grandes hoyos en los que también añadí pescado viejo de la basura del mercado. Luego, planté los árboles frutales que tenemos y cuido esta tierra lo mejor que puedo.
¡La habitación favorita de mi casa son todas las habitaciones! Cada una es muy acogedora. Están llenos de obras de arte, tanto mías como de mi familia. Me encanta su compañía y las historias que hay detrás de ellas. Vivo con su presencia y con las diferentes etapas de mi vida al mismo tiempo.
Pero mi estudio es el lugar donde paso la mayoría de las horas del día. Donde me materializo, en la pintura, las ideas y las intuiciones, y en la arcilla, las vasijas son donde permanece la esperanza. Pulirlas es como rezar por las generaciones futuras: para poder «volver al jardín» y cuidarlo.
La casa del olivar perteneció una vez a un profesor que la transfirió a Eddie, un hombre de Bélgica que aprendió a hacer paredes y terrazas de piedra y su amor se hizo sentir en todas partes. Sabía que seríamos las personas adecuadas para la casa y para continuar con lo que había empezado. Dejé que el jardín se volviera salvaje para disfrutar de todas las hierbas y flores naturales, además de los bulbos que planto cada año y que se multiplican, dando tanto placer junto con abundantes frutos. Como les gusta decir a mis hijos, es vivir en el milagro.
Cuando todo ha florecido, secado y sembrado, casi al final del verano, lo recortamos en trozos cortos para colocar y enriquecer el suelo para la próxima temporada con vegetación, flores y frutas de este hermoso Mediterráneo, cuya roca, según me dijeron, está formada por millones de plancton de capa dura que caen al fondo del mar y se elevan durante milenios para convertirse en esta hermosa, fértil y hospitalaria tierra para las personas que pueden sentir su amor y inspirado para crear la hermosa música; hombre y mujer, niños, jóvenes y viejos y bailan con gracia a su ritmo.